Review de los discos de 2012

Hace calor y en la radiosuena “Country girl” de Primal Scream, quizá la canción más vendedora de Riot city blues, de 2006. No es una canción que sabe estar en la programación de alguna radio local. Es una que escucho por internet. No me imagino al grupo de Bobby Gillespie sonando en una radio de la ciudad con otra cosa que no fuese el remix de “Some velvet morning” que, para los cánones de picadora de carne industrial, es viejo. Después del cuarto o quinto amague de empezar a escribir, escribo, y pienso en que cada vez hay menos crónicas sobre los (mejores) discos del año, y que cada vez hay más gráficos ilustrativos, infografías y textos sobre cada uno en particular, que nos ayudan a decidir, con sus características de grabación, fragmentos de las letras, invitados, productores, datos duros, puntos altos, puntos bajos. No sé si tendrá que ver con la urgencia por escribir y las pocas ganas de encadenarlos en un texto; o será que por fin los críticos se aburrieron y dejaron de hablar en términos de “lo más mejor” y “lo menos mejor” en una suerte de monólogo interminable.

Personalmente, jamás me pareció una buena idea el hecho de rankear cosas, más allá que a la hora de hablar prerrogativamante de “los discos del año” uno mete y saca cosas en un lado y en otro. En este caso son discos que, como toda manifestación artística, merecen mínimamente escapar por un rato de la dentadura puntiaguda de la sociedad de consumo, y por supuesto de cualquier podio caprichoso que los glorifica o lo contrario.

2012 se parece al año pasado en que la excusa siempre es (y seguirá) siendo la misma: no se puede escuchar absolutamente todo. En este punto envidio la tranquilidad moral con la que algunos van y vienen por los discos saltándolos como piedras o nenúfares sobre un charco. Si bien es cierto que algunos son más accesibles que otros (están eso discos difíciles, siempre), a mí me cuesta un poco más decidirme. No siempre logro una opinión medianamente convincente luego de la tercera o cuarta oída.

En fin: ¿qué nos dejó 2012? Muy buenos discos y canciones, de diferentes géneros.  Si no sos de los que empiezan el año esperando que llegue algo que le cambie la vida para siempre, y no revolvés las bateas esperando encontrarte de nuevo con otro Nevermind, otro OK computer, otro The suburbs, hay esperanza.

Cinco de los viejos gladiadores volvieron al estudio: en sintonía con sus últimos trabajos (de Modern Times para acá), Bob Dylan sacó Tempest, otro encuentro de buenas canciones. Delante de la misma banda, producido por él mismo, con la impronta de un Dylan infinito, una llama que jamás se apagará.  Bruce Springsteen hizo del mundo un lugar mejor con Wrecking ball, un aullido de once tracks en los que El Jefe nos devuelve la esperanza al ritmo del blues urbano y testimonial, con la enorme “Jack of all trades” como una de las canciones de año. En la línea del sonido del delta del Mississippi el interminable Dr. John -otro que ya va por los setenta y tantos- nos entregó Locked down, imperdible colección de sonidos de los pantanos atestados de caimanes. También Bobby Womack salió fuerte con The bravest man in the universe. Potente, oportuno para el despliegue de una voz que regresa desde las profundidades del R&B con disco propio después de doce años de colaboraciones con media humanidad, sobre todo con el inquieto Damon Albarn. Y si lo que faltaba era swing de bajo decibelaje, Sir Paul McCartney se dio el gusto de grabar Kisses in the bottom, su disco en clave crooner sensible, con versiones de clásicos compuestos por Fred Ahlert, Billy Hill y Johnny Mercer, y otros tantos, apoyado en la banda de Diana Krall.

La inyección de punk revival corrió por cuenta de Come of age, el urgente y desprejuciado segundo rugido post-adolescente los londinense The Vaccines, a quienes les agradecemos la imagen mental de Joe Strummer cada vez que el cantante Justin Young canta “No hope”. Otros que hicieron gala de las viejas formas del rock, pero en clave experimental, son los australianos Tame Impala. Lonerism es el punto más alto de su corta carrera. La exploración más libre y brillante de la espiral sonora del grupo, un viaje de ida, envolvente. Este trabajo -junto a Coexist de los cada vez más geniales The XX y The only place de Best Coast-, son tres de los momentos más altos del año musical.  El segundo disco de los XX es otra foto de un panorama desolador, ambiental, oscuro, inspirado en la música de clubes, según sus miembros. A diferencia de lo nuevo del dúo conformado por la dulce voz de Bethany Cosentino junto a Bobb Bruno. The only place es un homenaje a la buena onda. Una excursión soleada por las bronceadas costas del mejor surf pop californiano, casi hippie.

También, discos que merecen escucha son: primero que todos Swing Lo Magellan -del que todavía no sabemos qué mierda quiere decir- de los Dirty Projectors (con fecha en megafestival local organizado por empresa de telefonía móvil), disco explosivo desde el vamos, ecléctico de ratos, con un trabajo vocal monumentalmente bárbaro, que tiene a “Gun has no trigger” como una de sus mejores canciones; la plácida languidez de Bloom de Beach House, dúo que está como para soundtrack de película de Sofia Coppola; Four, otro paso firme en la discografía de los genios de Bloc Party, Spooky action at a distance, el segundo álbum de Lockett Pundt (cráneo detrás de Deerhunter) bajo el alias de Lotus Plaza; los canadienses Metric con Synthetica, su quinto disco en nueve años; Given to the wild de The Maccabees (quienes también visitaron nuestro país este año), extraño trabajo que me hace pensar en formar de mezclar halos del dream pop con TV on the radio y U2, que puede escucharse un rato después que Port of tomorrow de James Mercer y sus The Shins: álbum que suena redondo y que tiene a “The rifle’s spiral” como una de las intros del año. En menester, además, mencionar a Mondo, el nuevo trabajo de los Electric Guest, grupo que sonó en todas las pistas gracias el funk contagioso de “This head I hold” pero que su propuesta se amplía en el disco; Master of my make-believe el esperadísimo nuevo álbum de Santi White bajo su nuevo alias Santigold, ambicioso a nivel sonoro y lleno de potenciales hits; A joyful noise el segundo disco de la enorme -literalmente- Beth Ditto al frente de Gossip, con la noble tarea de hacerle la segunda a Music for men -su trabajo más popular hasta la fecha-; otro que, si bien es un disco de versiones en vivo, el MTV Unplugged de Florence + The Machine viene a dar cuenta del gran momento por el que está pasando el grupo. Dueña de una voz lacerante, Florence aprovecha el momento para hacerse acompañar con invitados de la talla de Josh Homme de Queens Of The Stone Age en “Jackson” de Johnny Cash, y una hacer una gran versión de “Try a little tenderness” del legendario Otis Redding. Por otro lado, el novato Frank Ocean, nuevo gallo de Pharrell Williams, quien se lleva la estrella de Revelación del Año con Channel Orange, con producción propia e invitados calibre grueso como John Mayer, André 3000 (Outkast) y Tyler The Creator.

Siguiendo un poco más, odiada y amada en iguales proporciones Lana del Rey vendió millones de copias de Born to die, su disco debut, con momentos altos, casi épicos, como “Blue jeans” o “Video games”, aunque acusada por la intelligentzia musical como bastarda de sus propias influencias y hasta aburrida en el peor de los casos. Más allá del bien y del mal aparecen (I) los Dinosaur Jr., que de a ratos dejan de cagarse a trompadas y se meten en el estudio para entregar joyas como I bet on sky, que viene a cerrar la falsa trilogía que arrancó con Beyond (2007) y siguió con Farm (2009); (II) los franceses de Air, poniéndole sonido a Le voyage dans la lune, el clásico definitivo de George Méliès, del que es obligatorio escuchar el track “Sonic armada” evitando romper cosas durante el baile; (III) la bella y talentosa Chan Marshall, mejor conocida como Cat Power, quien entregó un disco testimonial, post ruptura llamado Sun. En un instante de purificación autodidacta Chan se cortó el pelo, desarmó la banda que la acompañaba, tocó los instrumentos, jugó con cajas de sonido y produjo su propio trabajo. Una limpieza sentimental con forma de disco, que abandona por un rato el contoneo sensual de su hermosa voz para mostrar canciones que pretenden abrirse camino desde el lado oscuro del corazón. (IV) Hot chip y “In our heads”, su quinto disco en ocho años, otro momento alto en la sólida discografía del combo británico liderado por Alexis Taylor. Contagioso, hitero, sin perder la firme exploración musical que es sello de la banda. En el set en vivo los Hot Chip se pasean por todos los instrumentos con soltura, y eso vuelve a percibirse en un álbum que sabe poner los frenos en los momentos adecuados, tal es el caso de “Look at where we are”, canción que aparece para bajar un poco los casi quince minutos de fiesta interminable que conforman primeros tres tracks; y por último (V) Jack White, que sigue probando por qué  algunos insistimos con que es lo mejor que le pasó al rock global en los últimos quince años. Esta vez, con Blunderbuss, su primer –al fin- disco solista. Con los White Stripes en stand by casi definitivo, y con el resto de los Raconteurs y The Dead Weather cada uno en lo suyo, Jacko aprovechó el momento para entregar otro disco excelente, noqueador. Son trece tracks que se pasean entre el blues lo-fi apoyado en viejos Moogs (“Missing pieces”), el rock duro con verdaderas paredes de sonido (“Sixteen saltines”), baladas con aires folkie (“Blunderbuss”) e incluso momentos en los que rapea (“Weep themselves to sleep”). Si hay algo que siempre caracterizó a la música de White -y que sigue evidenciándose en Blunderbuss– es el tempo ajustado de las canciones: nada sobra dentro de la deliberada austeridad casi artesanal del sonido. Tanto el timing como la producción son impecables. No es lo-fi finamente producido onda Pavement, es válvula pura. Ya lo vimos armando una “guitarra” con una cuerda, un micrófono, una tabla y una botella de vidrio en un documental. White apareció cuando se habían terminado las ideas. O te ponías retro tipo The Strokes, te entregabas a la exploración electrónica de alta gama de Radiohead, o te aferrabas al retorno del rock de viejas guitarras bluseras que proponía The White Stripes allá por 2001.

A la hora de mencionar algunas recopilaciones, reediciones y otras rarezas es necesario destacar la merecidísima edición de las Early takes de George Harrison, la reedición post remasterización del catálogo completo de The Smiths, la imperdible publicación de las The Smile Sessions de los Beach Boys, y la reedición 35º aniversario de Some girls de los Rolling Stones, fundamental para entender el coqueteo de los Stones con la música disco. Para los nostalgiosos de los noventa, apareció el EP que marca el regreso al estudio de Blur, aunque sean dos canciones que poco dicen de los momentos más inspirados de Albarn, Coxon y compañía.

Y como para que no parezca que todos son momentos felices, y volviendo a la cuestión del aburrimiento: confieso que quedé en off side con la opulencia brillantinezca del music hall de Rufus Wainwright  y su Out of the game (quizá el título del disco nos quería decir algo); y Antony: te amamos y mucho, pero con tu disco performático en vivo Cut the world me aburrí bastante, no te entendí.

2012 se despide, entonces, con mucho por escuchar, volver a escuchar y sobre todo explorar. Vayamos a casa tranquilos, ha sido un buen año. Y para que esto no se vuelva interminable, va una lista de otros discos que también pueden resultar interesantes:

Calexico – Algiers

Elvis Perkins – Elvis Perkins in Dearland

Fiona Apple – The idler wheel

Torche – Harmonicraft

Sigur Rós – Valtari

Graham Coxon – A+E

Rocket Juice and the Moon – Rocket Juice and the Moon

Richard Hawley – Standing at the sky’s edge

Craig Finn – Clear heart full eyes

The Tallest Man on Earth – There’s no leaving now

Dead Can Dance – Anastasis

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Elogio etéreo

Sigur Rós – Valtari (EMI / XL / Parlophone)

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Cuando por fin pudimos ver Heima (En casa), el documental dirigido por Dean DeBlois en el que los Sigur Rós dedican gran parte de sus vacaciones a viajar a lo largo de su país, Islandia, realizando recitales gratuitos en todas las escenografías y ante todos los públicos posibles, inspirados por el altruismo de mostrarle a su país qué los había convertido en una de las promesas del rock global de mediados del dos mil; adquirimos consciencia sobre lo primitivo de la naturaleza sonora de la banda. Experimentamos, además, esa sensación del horizonte desolador de montañas, mar, naturaleza y frío que le dan forma a la arquitectura musical del cuarteto de muy al norte de Europa.

Valtari suena a lo que suena Sigur Rós sin acusarlos de plagiadores de su propia obra. Etéreo, atmosférico y amable son tres palabras que le calzan bárbaro al sexto trabajo de estudio de la banda. En las ocho canciones que conforman los casi sesenta minutos del disco (cuyo título podría ser traducido como “Aplanadora”) se entraman flamantes matices electrónicos, atmósferas cadenciosas y el océano de climas experimentales que acompaña al cuarteto desde sus primeras canciones. Valtari es un disco que atrapa desde los primeros minutos  y demanda atención; hasta puede funcionar como un solo track si te agarra desprevenido.

El álbum está producido por Jönsi, el vocalista de la banda, junto a su pareja, el instrumentalista británico Alex Kendall Sommers, quien además colaboró con él en Go, su debut como solista de 2009 que dejó un par de buenas canciones. Es en esa combinación en la que aparecen las máquinas y los toques de electrónica. “Hay más elementos electrónicos que antes, pero eso no significa que sea un disco bailable”, reconoce.

Más reflexivo que espeso, sin momentos de distorsión ni exaltación postrockera. Bien. Alejado de a lo que de estas tierras se le podría llamar una “aplanadora”.

Canciones clave
Ekki Múkk
Varúð
Fjögur Píanó

Link Videoclip de “Ekki Múkk” dirigido por Inga Birgisdóttir, hermana de Jönsi  http://vimeo.com/39194761

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Guerra de Almohadas – «Guerra de Almohadas» (Independiente, 2011)

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Bien por los porteños de Guerra de Almohadas y su versión criolla y retro del movimiento Madchester, después de intentos mainstream como el de Kasabian en su debut de 2004, y a meses de los festejos por los veinte años de “Screamadelica”, el disco de Primal Scream, que marcó el sonido de los noventa.

Producidos por el ex-Jaime Sin Tierra Juan Stewart y confesos fans de Él Mató a un Policia Motorizado, la banda está conformada por Tomás Stagnaro en voz,  Juan Leborans en guitarra, Facundo Nakamura en el bajo y Paul Thielen en batería.

Con títulos directos y sugerentes como “Manchester”, “Drogas” y “Moda” las canciones de GDH suenan frescas y juveniles, en algunos momentos las guitarras dan lugar a incursiones electro á la Primal Scream, y una energía que no cede ni siquiera cuando los decibeles bajan unos instantes durante la balada acústica “1993″. Las letras, acordes a la edad que los miembros de la banda, abordan el imaginario juvenil cosmopolita, sus logros y miserias, excesos y euforias.

En la genial “Delorean”, Stagnaro canta: “Fuego en el amplificador / Guitarra electrica / gente que nunca muere / y aca es donde pertenezco / nostalgia verano / primavera verano / vacaciones para siempre”.

Concordante con los tiempos que corren, a varios meses de su lanzamiento físico, el disco se puede descargar de forma legal y gratuita desde la web oficial de la banda, o escuchar completo en línea. Bien ahí.

Canciones clave
Manchester
Drogas
Delorean

Link
http://www.gdalmohadas.com

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Waters, el gran show

Dejando de lado, muy, el discurso populista sobre Las Islas de Todos, -esa causa de la que si no sos partidario te convertís en instantáneo presidente del club de fans de la dictadura- quedó claro que, además de pasear en ojotas por San Telmo y llevarse millones de dólares, Roger Waters vino a mostrar otra forma de llevar a cabo un concepto de show, una forma. Alcanzaba con entrar al estadio de River mientras caían las ultimas luces de la tarde, y encontrarse con una pared de 15 metros de alto, a medio terminar, que cubría la tribuna Centenario de punta a punta; enormes torres de sonido con destino cuadrafónico, y parte de la escenografía, que se escapaba por los costados, inevitable. Todo a la altura de una obra megalómana, que no da chances a que algo se escape por fuera del libreto.
El show de la noche del 7 de marzo fue espléndido, épico, sin medias tintas; y las 50.000 personas que asistieron a verlo pueden dar cuenta de ello. No solo por lo que «The Wall» representa en todos sus niveles, como disco, como denuncia, como concepto creativo y político; sino por una puesta en escena en clave teatral que hace que el trabajo publicado por Pink Floyd en 1979 se convierta en una experiencia, alejada de las convenciones del «recital de rock».
El escenario era un  hábitat en el que Waters se movía con una precisión inusitada, sin que sus sesenta y largos le pasen factura; saltando y paseando por todo el sitio mientras un arsenal de colaboradores montaban, armaban y desarmaban el desarrollo del espectáculo.
«The Wall» repasó con precisión el momento creativo más alto de la carrera musical de Waters, empezando con la intensidad de «In the flesh?» y un estallido de fuegos artificiales, efectos de sonido envolvente y la locura del publico, mientras el comandante Roger arengaba y saludaba con los puños arriba; hasta el momento en que un avión de utilería sobrevoló todo el Monumental para finalmente estrellarse contra un costado de la pared, provocando una columna de fuego y el grito ensordecedor que bajó de todos los rincones del estadio.
El muro era por supuesto el otro protagonista de la puesta en escena, y emocionaba verlo ahí, perturbadoramente blanco, majestuoso, inmenso. Siguieron en la lista de canciones gloriosas versiones de «The thin ice», «Another brick in the wall Part 2» con un coro de niños peleándose con la enorme marioneta del maestro de escuela; y el muro se teñía con imágenes de la cruel vida misma, fotos de asesinados durante las guerras pasadas (en primer lugar aparece, claro, una del padre de Roger, Fletcher Waters, caído en la Segunda Guerra Mundial); algunos stencils del genial Banksy, e ilustraciones que denunciaban la corrosión del mundo en manos de la globalización, la alienación del hombre y el universo de marcas, entidades y religiones responsables del desastre, y que cargan en sus hombros la sangre de millones.
El publico rugió cuando durante «Mother» -vigilada de cerca por una gigantesca marioneta de la madre de Pink- Roger preguntó «¿debo confiar en el gobierno?», y en nuestro idioma un enorme «NI CAGANDO» irrumpió en la pared. Todavía quedarían unos minutos de tiempo para que «Goodbye blue sky» perfore la humanidad de los presenta al escuchar la voz del pequeño niño diciendo: «Look mummy, there’s an aeroplane up in the sky» mientras los bombarderos se avecinaban; hasta llegar al intermedio, con la pared ya completa cubriendo todo el escenario. La imagen era surreal.
Después de los minutos de espera, el ultimo acto arrancó con «Hey you», con la banda tocando detrás de la pared, hasta que los primeros ladrillos empezaron a caer luego que se proyectase sobre el muro una pequeña ventana en la que Waters interpretó la emotiva «Nobody home» sentado en un living, sumido en la piel del joven Pink. Le siguieron una intensa versión de «Bring the boys back home» en la que las proyecciones sobre el muro desplegaron todo su potencial emotivo; «Confortably numb» con Waters compartiendo letra con Robbie Wyckoff, encargado de cantar las partes que en el disco cantaba David Gilmour; hasta llegar al momento en que todo estalló cuando el público se puso de pie para corear sobre el tempo ajustado de «Run like hell», inmersos en el océano guitarrero de Dave Kilminster mientras Roger cantaba y se proyectaban imágenes de él ametrallando al las plateas (!!!).
Para «The Trial», llegando al final del show, aparecieron las esperadas imágenes de los martillos caminantes, junto a los soldados de Pink, flameando las banderas del ejército como sucediera al principio del show. La escena cuasi militar intimida, sobre todo si no formas parte de la minoridad de los que no vieron la adaptación al cine de Alan Parker. En los segundos finales de la canción el muro cae a pedazos y la historia de una crisis existencial edificada a base de un sistema escolar represivo y una madre sobreprotectora hasta el extremo esquizofrénico, se torna de un ribete épico hasta extinguirse.
El final llega con «Outside the wall», con Waters tocando la trompeta sobre los escombros del muro derrumbado, de pie, en fila junto a los cinco músicos y cinco coristas que lo acompañan a lo largo de las dos horas y media que dura la presentación. Lo que queda en pie del muro vuelve a iluminarse, y cualquier comentario se queda corto ante la magnificencia de la integridad del show, sumada al calor y la buena onda de principio a fin por parte de un Waters inspirado y eufórico.

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Gorillaz: “The Fall” (Parlophone), 2010

“Plastic Beach”, aparecido en marzo pasado, terminó de confirmar a Damon Albarn como uno de los artistas más arriesgados y versátiles de las últimas décadas. Acompañado de un delicioso arsenal de invitados y colaboradores que incluyó a ex-miembros de The Clash, Bobby Womack y un largo etcétera, puso al tercer disco de Gorillaz en lo más alto de 2010.

Pero el año no terminó ahí ni el éxito de “Plastic Beach” dejó que la monada se durmiera en los laureles. Anunciado cinco días antes de la Navidad del año pasado y publicado digitalmente durante el cumpleaños del primer comunista de la historia, “The Fall” estaba listo para la apasionante experiencia de ser descargado de forma gratuita desde internet por quienes entraban en la categoría de «fans» en el sitio web oficial de la banda. Éstos luego se encargarían del siguiente paso.

El disco no es más que un experimento sonoro de ambient pop etéreo con más olor a cuelgue rutero que otra cosa. Suma quince tracks registrados durante el poco más de un mes que duró el Gorillaz North American Tour 2010 que unió ciudades como Dallas, Boston, Detroit, Vancouver y Montreal, con colaboraciones de Paul Simonon, Mick Jones, Jesse Hackett, Smoggy y el infaltable Bobby Womack. Grabado en parte gracias a las virtudes del ¡IPad! de Albarn, cada una de las canciones de «The Fall» (en su mayoría instrumentales) usa la ciudad donde fue pensada como inspiración y fuente de recursos para ambientar el paisaje sonoro.

A lo largo de un poco más de 40 minutos podemos toparnos con moogs, vocoders, loops de estaciones locales de radio, grabaciones vocales y una batería de softwares que fueron instrumento para cocinar este collage musical que más allá de intimidar con la lista de recursos que lo componen, es minimalista y bastante rígido en las primeras oídas. Sobresalen por encima de las demás algunas de las canciones que muestran algo más de elaboración, como el caso de “Hillibilly Doors” que empieza como una balada lo-fi para terminar rodeada en un noise hipnótico acompañando a la voz de Albarn; y la acústica “Bobby in Phoenix” con Bobby Womack a cargo de la guitarra acústica y voces.

Al encontrarnos (encontrarme) con esta clase de discos, u obras de arte, o lo que sea, caigo siempre en la cuestión de sobre cómo un artista considera la calidad de sus obras, en cómo titula sus canciones, y demás asuntos que son solamente producto de la necesidad de hallar sentido a las cosas. En este caso, quizá, esté de más, y por ahí el verdadero propósito de éste ¿disco? -que sale en formato CD éste mes- es mostrar que con el nuevo chiche de Apple podemos hacer mucho más que jugar al backgammon con un inmigrante ilegal liberiano perdido en la inmensidad de Los Ángeles. Todo bien Damon, igual te bancamos.

Temas Clave: “Hillibilly Doors”, “Bobby in Phoenix

Discos clave: «Demon Days» (2005), «Plastic Beach» (2010)

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The Decemberists – “The King is dead” (Rough Trade / Capitol), 2011

Que Colin Meloy tiene vía libre para la sorpresa no es ninguna novedad. Ahora, con la aparición de “The king is dead” el sexto disco de estudio de The Decemberists, su banda de toda la vida, nos hace volver a aquellos primeros discos donde los aires folk todo lo inundaban.

Grabado durante la última primavera boreal en una granja del estado de Oregon luego de la expedición conceptual que implicó las apariciones de “The Crane wife” (2006) y el genial “The Hazards of love” (2009), el quinteto vuelve a las andadas montado en diez canciones directas, dominadas por el rasgueo de guitarras acústicas, con guiños de americana y arreglos country bien puestos.

En el repertorio que apenas sobrepasa los cuarenta minutos, sobresalen la balada de apertura “Don’t carry it all” -con voces que no sé por qué me hacen pensar en Billie Joe Armstrong-, la gema de pop americano “Down by the water” donde Meloy da evidencia de las fuertes influencias de R.E.M en el grupo oriundo de Portland, con Peter Buck en guitarra (quien también participa en “Calamity song”) y la folk-singer Gillian Grench como invitados; la catarata country “All arise!” con arreglos de banjo, y la excelentemente orquestada “Rox in the box” que va del folk al verdor irlandés.

“The king is dead” aparece en el panorama musical sin demasiadas novedades pero se sabe fuerte y conciso. Aporta, sin dudas, de manera positiva a la carrera de una de las bandas fundamentales de los últimos quince años. Un regreso a las fuentes con muchos más aciertos que momentos flojos.

Temas clave: “Don’t carry it all”, “Down by the water”, “Down by the water”.

Discos clave:Her Majesty the Decemberists (2003); “The Hazards of love” (2009).

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2010 en discos.

Pffff… 2010 agoniza en una cuenta regresiva que no se va a detener, y como todos los diciembres desde hace rato, escribo sobre los discos que aparecieron este año; los que me parecen recomendables de escuchar de los que tuve la posibilidad de escuchar. Entre bandas y artistas locales, de afuera, independientes (¿indies?), los que vienen del mainstream, compilaciones, discos en vivo y varias cosas para no dejar pasar.

Siempre es buena la aclaración que uno no puede escuchar absolutamente todo. En el intento, gracias a las compras digitales y las descargas legales en las que gasto arriesgadamente mis dólares heredados del seno paterno, se puede disfrutar algún buen material hasta olvidar por un momento -por un pequeño momento- que si no fuese por el milagro de Internet, Santiago del Estero sería (lo es, sí) el lugar más horrible del mundo para conseguir música.

Más allá que el movimiento del planeta musical haya sido colosal, vale la pena prestarle individual atención a algunos conocidos, a los inquietantes novatos que se quedan con hambre cuando los etiquetan bajo “la banda del mes”, variadas revelaciones interesantes, otras tantas consagraciones definitivas y diversos retornos largamente esperados. A diferencia de años anteriores -en los que generalmente las bandas británicas tomaban la posta (o por lo menos eso dejaban ver los gigantes mediáticos de siempre)- podemos decir que en 2010, los rastros más difíciles de erosionar correrán por cuenta los norteamericanos. Igual, sería una estupidez supina a esta altura de la vida perder tiempo en regionalismos. A veces es mejor tragarse el sapo crudo a gastar parpadeos en revistas británicas que ponen –demagogia mediante- discos de hip-hop como los mejores del año; y limitarse a sobarles la espalda por unos segundos al ritmo de “Sí sí, claro claro”.

Repasemos.

Unos que volvieron con esperadísimo tercer disco fueron los Arcade Fire. “The suburbs” -sucesor de “Neon bible” de 2007- encanta de principio a fin. Preciosista, con instantes furiosos, y gloriosamente orquestado, por momentos alcanzando lo épico. El barroquismo pop y la destreza instrumental de los canadienses puestos a trabajar para desenrollar atmósferas que van de la calma a la euforia, hacen de “The suburbs” uno de los momentos más altos de la carrera del grupo.

Dos que son multitud, esta vez funcionando separados, son el productor Danger Mouse y Cee-Lo Green. El primero armó el grupo Broken Bells junto a James Mercer de The Shins, y editó un disco homónimo y ecléctico por momentos, que sacudió la primera mitad del año. Por el lado de Cee-Lo Green, el reciente “The Lady Killer” entrecruza aires retro y pop, con guiños a ese soul big band old fashioned -tan citado luego de la explosión de Mark Ronson- puesto a disposición de la contagiosa voz de la otra mitad de Gnarls Barkley.

Tres trabajos con aires de folk sureño para no dejar pasar son el “Volume Two” del dúo conformado por la dulce Zoey Deschanel y el ilustre M.Ward bajo el alias de She & Him; “Halcyon digest” el nuevo disco de los Deerhunter, que tras este experimento con iguales dosis de folk y noise diluyen esa etiqueta de shoegaze (???) que pesa en sus espaldas; los The National el enorme y conmovedor “High violet” que, además de los paisajes desolados de sus melodías, mucho del clima gélido que crea se lo debe a la espesa voz del barítono cantante Matt Berninger. Lo nuevo del quinteto de Cincinnati demuestra que hay –y mucha- vida después del excelente “Boxer” de 2007.

Cuatro discos que sobresalen en el recorrido sonoro por los Estados Unidos, y que se llevarían bien entre ellos son “Brothers” del dúo The Black Keys, más matizado y con un blues rock no tan minimalista como en ocasiones anteriores; ese rugido primitivo en forma de disco llamado“Sea of cowards”, del supergrupo incendiario The Dead Weather, con todas las consecuencias de juntar a Jack White con el Nuevo Club del Blues de Raíz; el atmosférico “Come around sundown”, quinto disco de la familia Kings of Leon, no tan feroz como otras veces, con destape definitivo para el público masivo y destino de estadio; y los Titus Andronicus con esa urgente cantata de punk visceral titulada “The Monitor”.

Cinco discos solistas recomendables en ecléctico tandem son “La superbe” el nuevo trabajo de Benjamin Biolay (quien visitó nuestro país en noviembre con varios shows) volviendo a la calma luego del agitado “Trash yéyé” (2007); el eterno eterno eterno Leonard Cohen que con sus setenta y seis años editó “Songs for the road”, un recopilatorio que extrae canciones de sus últimas presentaciones en vivo, y nos recuerda lo poco que queremos que llegue el día que lo empecemos a extrañar para siempre; Robert Plant revive a uno de sus primeros grupos pre-Led Zeppelin bajo el nombre de Band of Joy, con disco homónimo y gira incluida; dos que se animan al trabajo en solitario son Jönsi –vocalista de Sigur Rós- con el portentoso “Go”, alejado conceptualmente de su grupo; y Brandon Flowers que encontró en “Flamingo” un lugar para enseñarnos un puñado de canciones que sirven más para rubricar sus grandes dotes como cantante, que para construir una senda propia por fuera de The Killers.

Seis revelaciones a prestarle mucha atención: “Crazy for you” el sensacional debut del trío de surf rock californiano Best Coast (atención a la frontwoman Bethany Cosentino), los afortunadamente destapados Wavves con su “King of the Beach”, que más allá de ser su tercer disco, alcanzan la popularidad mundial; los novísimos New Young Pony Club con otra revisión post punk con el nombre de “The optimist”; “Again and again” segundo disco de Thieves like us; el genial “Summertime”, carta de presentación de los The Drums; y Tame Impala con su grandioso “Innerspeaker”, una lluvia psicodélica que luego de la tercera oída te hace babear por más. El disco de los australianos brilla y genera adicción, con relucientes momentos instrumentales aunque sin caer en la pesadez de que empiece el track que sigue.

Siete, las bandas hacia las que todo buen cristiano caminaría con los ojos vendados y los oídos sedientos: Interpol y el mejor disco de su carrera, sufriendo la partida del bajista Carlos Dengler. Un álbum definitivo, con olor a despedida, el más oscuro, sólido e introspectivo del ahora trío de Nueva York; Hot Chip y el electropop contagioso y calculado de “One life stand” como otro ladrillo en la discografía que construye prolijamente cada dos años desde “Coming on strong” de 2004; con un silencio de estudio que se hizo esperar casi siete años los británicos Massive Attack volvieron a la acción con “Heligoland”. Con una portada que muestra un collage deforme de los rostros del grupo, rematada por un arcoíris en escala de grises ya refleja cómo viene la mano, el dúo progenitor del trip hop se pone espeso, gris y apocalíptico, con una envidiable lista de colaboradores; “Contra”, lo nuevo de Vampire Weekend era esperado en muchos casos para comprobar si el debut había sido una chantada o un gran acierto. Es lo segundo. “Contra” redobla la apuesta del joven grupo con proyecciones de sonido global y mixturado entre lo afro de los Talking Heads y el indie universitario. En un poco más de media hora el nuevo álbum de los V.W. derrama canciones de efectivo tránsito en las pistas más ambiciosas (sino escuchar “Cuisins”); Gorillaz lo hizo otra vez. Bah, Damon Albarn lo hizo otra vez. En otra feliz instancia de pateadura de tablero “Plastic Beach”, otro arrebato de lucidez del ex (?) cantante de Blur, se nos presenta como “grabado en una isla de basura flotante pintada de rosa, en el medio del océano (algún océano)”. El cuarteto animado bajo las ordenes del temible Murdoc fusiona, hip hop, pop de sintetizadores, ritmos arábicos, afrobeat y quién sabe cuántos estilos más en compañía de una interminable lista de invitados que va desde el elástico Bobby Womack y Dios Lou Reed, la Orquesta Nacional Libanesa de Música Oriental árabe, hasta los ex The Clash Mick Jones y Paul Simonon; de lo mejor del año, sin dudas. Por otro lado, podría hablar un rato largo de “Congratulations” de los MGMT (atentos que el 22 de enero tocan en la costa y ¡gratis!) pero la cosa ya viene muy electropop, así que no se pierdan de escuchar el genial “Mojo” del gran Tom Petty y sus Heartbreakers (¡Cuanta efusividad con el viejo Tom!) que sigue demostrando hasta el hartazgo que la profecía maya sobre el fin del mundo se hará realidad el día que este hombre saque un disco malo. Y finalmente pero no al final, “This is happening”, el tercer álbum de LCD Soundsystem, que emerge entre lo alto de los edificios de la ciudad que nunca duerme para revelarse ante nuestros ojos como el mejor registro hasta la fecha del productor James Murphy, cabeza del sello DFA y responsable del sonido urbano del año.

Para no quedarse sólo en el plano internacional, caigamos nuevamente en la resignación más lamentable de esperar que vuelvan los Divididos que con su aplanador (sic) “Amapola del 66”, tras un silencio discográfico de ¡7 años!, grabado bajo el autogestionado sello “La Calandria”, y con el baterista Catriel Ciavaella que sin lugar a dudas es más que el nuevo fetiche de las chicas del rock, cautivaron la escena nacional con otra demostración de principios, fe en el laburo que hace transpirar, y un arsenal de presentaciones a lo largo de todo el país; o bien Skay Beilinson que con Los seguidores de la Diosa Kali como aguante, peló el guitarrero y excelente “¿Dónde vas?”.

Para los más exigentes y curiosos, aparecieron durante 2010 “Muy lejos” séptimo disco de Victoria Mil; el ecléctico y experimental “Creo que te amo” de los platenses de 107 Faunos, con un listado de canciones apuntando al costado más noble del corazón; Los Natas, santísima trinidad del stoner nacional, con su agitado “Solodolor” (Que es además el proyecto paralelo del guitarrista lider Sergio Ch.), un turbulento disco de versiones que combina la dureza de un gran cover de “Ace of spades” de Motörhead en la voz de ¡Ricardo Iorio! con “No time” de T.S.O.L. con Boom Boom Kid como invitado, y otras tantas buenas canciones; el cuarteto porteño Pez que no sacó uno sino dos discos: uno innominado, con otro puñado de canciones urgentes, nostálgicas y adolescentes; y otro en directo que mezcla las canciones registradas este año con las de todas las épocas. Otra sesión de espiritismo entre los fans y el grupo de Ariel Minimal quien tuvo el noble gesto de postear el flamante ¡Viva Pez! En Taringa! dejando un mensaje para la posteridad: “Gente: somos PEZ. Les dejamos el disco nuevo que la rompe. Bájenlo y si les gusta, cuando tengan la posibilidad lo compran. No queremos puntos. Vengan a los shows, caretas!!!”. Ah, y Calamaro sacó un disco también.

Fin. Eso por ahora, que seguramente no es todo. Es algo de lo que pasó durante este 2010 que tuvo movimiento incansable desde enero hasta hoy. En mi pequeña opinión, un año digno de fin de década. De igual modo, sin caer en las limitaciones del caso, comparto un listado de buenos discos que vieron la luz durante este año que se retira rozagante:

Internacionales

Benjamin Biolay – La superbe

The Drums – Summertime

Pavement – Quarantee the past (Compilación)

Hot Chip – One life stand

Massive Attack – Heligoland

Vampire Weekend – Contra

Bat For Lashes – Two suns

JJ – Nº3

Spoon – Transference

Gorillaz – Plastic Beach

MGMT – Congratulations

She & Him – Volume Two

New Young Pony Club – The optimist

Jönsi – Go

Broken Bells – Broken Bells

Caribou – Swim

Los Planetas – Lecciones básicas de astronomía (Compilación)

The Dead Weather – Sea of cowards

The Black Keys – Brothers

The National – High Violet

Tame Impala – Innerspeaker

LCD Soundsystem – This is happening

The Divine Comedy – Bang goes the knighthood

Stars – The five ghosts

Wavves – King of the Beach

Thieves like us – Again and again

Acid Tiger – Acid Tiger

Teenage fanclub – Shadows

Pernice Brothers – Goodbye Killer

The New Pornographers – Togheter

Best Coast – Crazy for you

Interpol – Interpol

Tom Petty and the Heartbreakers – Mojo

Leonard Cohen – Songs for the road (En vivo)

Black Rebel Motorcycle Club – Beat the devils tatoo

Tricky – Mixed Race

Klaxons – Surfing The Void

Eels – Tomorrow morning

Arcade Fire – The Suburbs

Brandon Flowers – Flamingo

Robert Plant – Band of Joy

Antony & The Johnsons – Swanlights

Deerhunter – Halcyon digest

Grinderman – Grinderman 2

The Dandy Warhols – The Capitol Years 1995-2007 (Compilación)

Kings Of Leon – Come Around Sundown

No Age – Everything and between

Calle 13 – Entren los que quieran

Cee-Lo Green- The Lady Killer

Nacionales

Pommez – Contraluz contraataque

Los Natas – Solodolor (Versiones)

Pez – Pez

Skay Beilinson y los seguidores de la Diosa Kali – ¿Dónde vas?

107 faunos – Creo que te amo

Victoria Mil – Muy lejos

Divididos – Amapola del 66

Fantasmagoria – El río

Luis Alberto Spinetta – Spinetta y las Bandas Eternas

Pez – Viva Pez! (En vivo)

Fantasma – Fantasma City

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